¿Merecen la pena los eventos multitudinarios a costa de jugadores e informadores? por Víctor Martínez (Vuchuu)

Anónimo | 03/06/09

A raíz de este artículo publicado el sábado por F-Train en su weblog personal Riding the F Train, y también a raíz de mi experiencia personal tras casi una treintena de seguimientos, he llegado a la conclusión de que era hora de hacerme en voz alta una pregunta que ronda mi mente desde hace muchos meses.

La pregunta es sí realmente merecen la pena los torneos multitudinarios de poker, torneos que reunen a la mayor cantidad posible de jugadores a costa de, irremediablemente, ellos mismos, que se ven jugando en loterías debido a las grandes ciegas con respecto a las fichas y tras sesiones de más de doce horas de juego.

El ejemplo más claro de esto es el cuarto evento de las World Series of Poker del que habla F-Train en el post indicado más arriba. Un torneo de solo tres días de duración (como un SPT, por ejemplo) y que ha tenido un máximo (alcanzado sin problemas) de seis mil participantes. ¿Cómo hacer que se pase de 6.000 (tamaño del evento principal del año pasado, por ejemplo) a uno en tres días? Pues muy fácil, además de modificar la estructura haciéndola lo suficientemente rápida, no queda más remedio que convertir el día dos en una sesión que según los cálculos de F-Train podría rondar las dieciocho horas de juego, pausas incluídas.

Uno se pregunta cómo puede nadie pretender que un profesional trabaje durante dieciocho horas consecutivas; alguien que se dedica a un trabajo que requiere un esfuerzo mental intensísimo, e incluso físico en ciertos aspectos, puesto que si bien no se corre la maratón, no es nada bueno para uno estar tanto tiempo sentado - preguntadle sino a la espalda de Patrik Antonius, que le ha impedido desplazarse hasta el Rio Hotel & Casino hasta el momento.

Es cierto que el ganador del evento, tendrá una recompensa aberrante, a ojo de buen cubero seguramente 1.000 veces el dinero invertido, ya que ahora mismo no está disponible aún la tabla de pagos. Es cierto que una vez ganada esa cantidad de dinero que podría cambiar la vida a cualquiera, el sufrimiento desaparecerá de golpe. Quizás esa excusa es suficiente. Al fin y al cabo, si te quedas hasta el final en un torneo de seis mil inscritos, vas a llevar un premio increiblemente superior a lo que pagaste para participar en el mismo. Pero entonces me acuerdo de mis compañeros, de la prensa.

Porque uno normalmente no va a llevarse un extra por estar trabajando durante dieciocho horas. Y además en el mundo de los seguimientos de poker tampoco se cumple la máxima de que siempre tiene que haber ocho horas de descanso para un trabajador entre jornada y jornada laboral. Sin ir más lejos, leo al bueno de Pauly, seguramente el mejor blogger de poker del mundo, comentar en su Twitter que si quiere terminar todos los trabajos que tiene pendientes no podrá dormir. De hecho comenta que va a dejar de trabajar a las seis para volver a las once al Rio. Cinco horas, como decía, lejos de las ocho obligatorias en otros muchos trabajos.

Como siempre, en esto del poker, es de mención el agravio comparativo con el resto de trabajos, pero aún así creo que las mayores recompensas no tienen que ser excusa para atacar, como estos hechos atacan, a la salud de los profesionales.

Es duro jugarse manos de miles de dolares habiendo dormido cinco horas, y es duro también pasar día tras día, o incluso semanas en las World Series of Poker yendo de un lado a otro con, teniendo suerte, cuatro o cinco horas de sueño a las espaldas.

¿Llegaremos algún día a ver esto regulado? O siempre estaremos a las expensas de la falta de organización de salas de poker y casinos, que sin previa mención, sin mayor antelación, deciden en cierto momento dado del día jugar "un par de niveles más" que, por supuesto, no van a trastocar los planes o ritmos de vida de todas aquellas personas que no tienen más que dedicarse a lo que hacen dentro del casino el 100% del tiempo.

Desde aquí rompo una lanza en favor de los jugadores de poker, pero también de los Pauly, F-Train y compañía. Os doy ánimos desde aquí, porque me temo que otra cosa, a día de hoy, no puede hacerse.

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