Tanto en el cielo como en el infierno.

Anónimo | 13/12/07

Lo pongo por si hay un nuevo concurso de escritores. De no ser así, lo comparto con quienes así lo quieran. Acepto todo tipo de sugerencias y críticas. Es uno de mis primeros escritos novelados.

Tanto en el cielo como en el infierno.

Esto sucedió hace mucho, mucho tiempo. En los albores de nuestro apasionante juego.

Como eran jóvenes, fogosos y buenos amantes, el triángulo amoroso duró mucho más de lo esperado. Sin embargo hubo un día en que los tres se dieron cuenta que la cuestión debía ser zanjada para que las aguas desbordadas retornaran a madre, por aquello cavernícola, confesional, conservador o puerilmente social del “que dirán”. Para nada fue fácil. Imposible de resolver por los cauces naturales de la razón. Por los pliegues y repliegues del pensamiento humano y sopesando el corazón animal que los tres portaban, la solución obviamente no estaba muy a la mano.

Todo se había iniciado en el transcurso de un espectacular torneo de póquer que se disputó en el marco de la tradicional Fiesta Nacional del Turismo, en la traviesa ciudad de Villa Carlos Paz, con suculentos premios en efectivo y una recompensa viva, original, inigualable. El campeón se llevaría –además de la plata y la gloria- el mejor de los recuerdos, un beso sensual, apasionado y con estrecho abrazo incluido, de la mismísima Reina Nacional, ungida en la noche del cierre de la competencia sobre el tapete verde.

Zolk99 y BoyBoy habían llegado hasta allí, por cierto, en busca de la consagración. Realizaron un juego de gran nivel y a nadie sorprendió que ambos llegaran a la mesa final, luego de varias agotadoras jornadas postergando a más de un centenar de calificados profesionales llegados de los cuatro puntos cardinales. Como el reglamento establecía que la competencia debería terminar a las 24 hs del día domingo, para que las autoridades locales concurrieran al acto de clausura (para las fotos nomás, ya que de póquer ni) acordaron repartirse el premio por partes iguales.

A la hora del otro premio fue la cuestión. Cuándo apareció Wanda, la reina de la Fiesta, hubo una pandemia de suspiros de admiración, cuellos contracturados por la tortícolis y vidriosas miradas libidinosas. Ambos campeones, tensos como pocas veces, recibieron lo suyo y mucho más de lo esperado, a cargo de esta jovencita portentosa que se había quedado con el cetro por su belleza incomparable.

Para no divagar más: por esas cuestiones profundamente misteriosas de las endorfinas liberadas que revolucionan la sangre joven, la atracción resultó fulminante y no paró jamás. Wanda, Zolk99 y BoyBoy se fueron a vivir juntos. Bien organizados para las íntimas cuestiones: los lunes, miércoles y viernes, eran para Zolk99 y Wanda; los martes, jueves y sábados, para BoyBoy y Wanda. En tanto, los domingos, platónicamente, distendidos, los tres marchaban por derroteros coloridos del ocio creativo o a la competencia poqueril que invariablemente mostraba a ambos varones al tope de las posiciones, temible sociedad para el resto.

Hasta que se dieron cuenta de que se habían enamorado. Entiéndase bien para no caer en el peor de los equívocos por tan estrecha relación poco convencional. Bolk99 se había enamorado de Wanda, perdidamente y perdidamente se había enamorado BoyBoy de Wanda. Y esta, vaya incordio, estaba totalmente enamorada de los dos. Como personas sensatas y creyentes que eran, los tres imploraron a Mahuil, Dios del juego, para que les resolviera el intríngulis. Pero Mahuil no se ocupaba, les hizo saber, de cosas minúsculas, terrenas, sino de mantener viva por siglos y siglos la llama eterna del juego de cartas, por lo que ignoró supinamente la imploración a su añeja sabiduría. Dejaron los tres el altar para tropezar en el acto con la razón pura, a puro Kafka. Debería ser Wanda quien resolviera el intríngulis, eligiendo a quien mejor le cuadrara como mujer. Fracaso estrepitoso. Después de una profunda y no menos dolorosa introspección la otrora coronada como noble reina no pudo distinguir entre el pan de uno y el pan del otro, ni desde la razón ni desde el corazón. Ambos la colmaban. Pero si bien no pudo resolver por sí el futuro de los tres, ofreció la alternativa. Debería ser lo que los unió, aquello que los separe: el póquer. El ganador se llevaría el premio mayor: Wanda. Mujer de uno y amante del otro, y viceversa, que se mostró confusa pero conforme porque de ella había sido la propuesta, cuasi desgarradora por su presunto resultado que, inexorablemente algo restaría, alguien quedaría, herido, en el camino.

En verdad, como testigos necesarios, albaceas del absurdo, hay que decir que fue un combate sin tregua, fragoroso y tremolo. Todo el talento, el conocimiento y la imaginación sobre el paño, cruzado por la tormenta sentimental, con rayos y centellas iluminando las cartas vivas en las manos expertas de Zolk99 y BoyBoy.



El comienzo, modelo de estrategia superior, donde Zolk99 llevó el juego por los carriles de un complicado juego. Subyacían infinitos golpes mortales, celadas permanentes, bluff, búsqueda de carta gratis y muchas artimañas más.

En la segunda parte, irrumpió arteramente el error, que sumió a Wanda en el mismo espanto que a doña Dulcinea del Toboso frente a las delirantes andanzas de Don Quijote y Sancho Panza.

BoyBoy se extravió, calculo mal y perdió un montón de fichas. Pero Zolk, sin errar, erró. Con su característico estilo, espartano, sólido y seguro, fue consolidando la posición, acrecentando en cada jugada su ventaja material. Lo que no pudo impedir -pese a su famosa frialdad innata para dominar la escena al mejor estilo del “Tolia” Karpov (ex campeón mundial de ajedrez)- fue que sus pensamientos de enamorado lo abrumaran, lo envolvieron como un perfume irresistible, mostrándole el escenario futuro donde estaban solo él y Wanda. Grave y humana distracción que le costó muy caro, puesto que, después de esta imprecisión, volvieron a quedar igualados en fichas. Pálido mortal, Zolk99 quedó sin respiración, desquiciado.

Por más esfuerzos que hicieron ambos por la victoria, el horario de clausura llegó sin desequilibrar la puja. Apenados pero contentos, contradictorios como corresponde, a partir de ese día, aceptando el curioso destino que les había iluminado la vida, no hubo más intentos por resolver el triángulo amoroso. Lo que sí hicieron de consuno fue, por su innegable influencia en el ambiente, proponer a las autoridades mundiales de esta disciplina que se eliminen los torneos con límite de tiempo, estableciéndose un mecanismo de tie-break (muerte súbita), parecido al que se utiliza en el tenis, o penales como en el fútbol, o el que saca la carta más alta, que sé yo. Pero, claro, hasta que se resolvía la burocrática cuestión de fondo, tanto Wanda, como Zolk99 y BoyBoy pasaron a mejor vida (si, se murieron en un accidente después de una lujuriosa noche de sexo y alcohol).

Por cierto, después de muertos, profundizaron aun más el triángulo amoroso que los unió. Y continuaron disfrutando del póquer que, como se sabe, también se juega, tanto en el cielo como en el infierno, según lo ha confirmado hace pocas horas el mismo Mahuil en una reveladora y rica homilía universal, publicada para el mundo por L'Osservatore Romano.

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