November Nine

España necesita un Larrabe campeón

Antonio Romero | 08/11/14
España necesita un Larrabe campeón
El poker en España necesita reafirmar su orgullo y diferenciarse de otras formas de juego a través de una imagen tan poderosa como es la de un Campeón del Mundo.

Puede parecer de Perogrullo, y es obvio que me puede la pasión, pero necesito explayarme un rato sobre la vital importancia que tiene para el poker español que a Andoni Larrabe le lluevan los ases en la próxima final del Main Event de las World Series of Poker.

Espera un momento. Estoy dispuesto a aceptar la ayuda de cualquier conjuro, embrujo o superstición, pero si no descruzo los dedos, la foto de Andoni levantando el brazalete agazapado tras una muralla de billetes de pega va a llevar rondando la Red una semana y yo aún no habré acabado de escribir.

A lo que iba. En los últimos meses, la única noticia que ha logrado poner una sonrisa a los que nos sentimos parte de la comunidad del poker español ha sido la enorme gesta del guipuzcoano.

Todos necesitamos unos momentos de diversión sin cortapisas

Como le sucede a los soldados en las trincheras, nuestra salud mental exige poder olvidarnos un par de días de la batalla diaria por la supervivencia, alejarnos del frente y enmascarar el presente con unos pocos e impagables momentos de diversión pura y sin cortapisas.

Además de un respiro, pedimos a gritos una referencia, un reconocimiento tácito de que el poker no es otro juego de casino cualquiera, como nos quieren hacer ver. ¿Alguien conoce a un campeón de ruleta? Si Andoni se lleva el triunfo, su imagen y su voz recorrerán las ondas, de esquina a esquina, levantando a buen seguro una admiración y un reconocimiento del que tuvimos un somero anticipo con el triunfo de Adrián Mateos en la versión europea del evento.

A Adrián le sobró el Europe y le faltó el World

No hay imagen que evoque mejor la sensación de triunfo que la de un campeón levantando un trofeo. Si es rodeado de fajos de billetes, más aún. A Adrián le sobró la coletilla de Europe y le faltó la de World, para acabar de cuajar. Y como nueve millones de dólares más. Y aún así, mantuvo con aplomo su cuota de pantalla.

Pero el Main Event es algo mucho más grande. El posado con la billetada, la inmensidad del field y el título honorífico de Campeón del Mundo son cebos irresistibles para cualquier redacción que se precie, y los medios se van a rifar a un tipo tan sereno y telegénico como Andoni, que puede ser la mejor arma contra la interesada campaña que pretende echar por tierra la mínima reputación que le queda a nuestro juego en la sociedad.

Las imágenes son poderosas. Los títulos, llamativos. Los ídolos, un símbolo que otorga credibilidad y valor a una actividad. Recuerdo perfectamente cómo descubrí el poker. Si eres de los cientos de miles de personas a los les he contado ya esta batallita, te ruego paciencia. Estas anécdotas ganan empaque y floritura con el tiempo, así que esta vez quizá la encuentres aún más interesante.

Estaba rondando yo los lindes de Internet a la búsqueda de ocio audiovisual, por supuesto con un interés centrado únicamente en contenido público y legal, Sinde me libre. De repente, me topé con un enlace a un programa de televisión cuyo título indicaba que su único argumento era la emisión de una partida de poker.

¿Puedo ver el poker como si de fútbol o baloncesto se tratara? Qué curioso, con lo que me gustaba cuando lo jugaba con los amigotes antes de salir por ahí los findes. Y allá que se colaron en mi lista de descargas un capítulo suelto de lo que debía ser la segunda o tercera temporada del EPT y, mira tú por dónde, el estreno de la mesa final del WPT que jugó el “Toro” Páez en Estados Unidos, a principios de 2006.

Además de quedar irremediablemente embobado por el extrañísimo formato de poker que utilizaban, Páez alcanzó inmediatamente el estátus de estrella mediática en mi subsconsciente. Un compatriota peleando por un premio inverosímil y en territorio comanche. Eso no hay aficionado que lo resista. -¡soy español, ¿a qué quieres que te gane?!-.

Inmediatamente abarroté mi lista de tareas pendientes con más y más programas sobre poker, y los españoles y mi ídolo Páez brillaban por su ausencia. No eran años de vacas gordas para nuestro poker, precisamente.

Convencido de que en este juego pintábamos más bien poco, derivé mi curiosidad hacia las grandes estrellas, según iba descubriendo las hazañas de Hansen o Negreanu, e inevitablemente fui a dar con los campeones del Main Event y, entre ellos, Carlos Mortensen.

Campeón del mundo, caballero. Palabras mayores.

Mortensen, un español, había sido campeón del mundo. Campeón del Mundo, caballero. Palabras mayores. Y hallé las referencias a su victoria en medios bastante prestigiosos ¿Cómo podía ser malo o peligroso algo que genera tal éxito y reconocimiento a uno de sus practicantes?

Carlos fue mi jugador de referencia durante muchos años, incluso mucho después de entrar a formar parte de la comunidad y a respirar poker un mínimo de ocho horas diarias, porque la primera vez que leí su nombre y conocí su historia tenía ante mí una foto con un brazalete en la mano y el títular le otorgaba la condición de ser superior al resto de los mortales. Me sentí muy orgulloso y emocionado cuando nos dedicó tanta atención en el Main Event del año pasado y sentí un vuelco muy desagradable en el estómago cuando cayó en la burbuja.

Ahora el poker forma parte de la vida pública, para su mayor gloria o desgracia, y no es necesario que las nuevas generaciones rebusquen en servidores remotos y noticias de archivo para encontrar un ídolo. Le podemos servir uno en bandeja y con todo lujo de accesorios este mismo miércoles.

Podemos servír un ídolo a España este miércoles

Me encantaría poder hacer de Andoni un símbolo tan potente como para mí fueron Páez y Mortensen, aunque sea para unos pocos cientos de nuevos aficionados que pueda crear su exposición pública. Que ojalá sean muchos miles. Además, en la era de la información, un deporte sin ídolos reconocidos en los medios generalistas ni es deporte ni es nada. Es simplemente un juego.

Y necesitamos demostrar que el poker es algo más que un juego para que no nos metan en el mismo saco del resto del mercado de casino y apuestas, ahogado y empantanado pero vivo, y podamos exigir a quién corresponda las soluciones individuales que pide a gritos un sector que en nuestro caso está en indudable recesión.

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