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Negreanu: "Tiger Woods y Phil Ivey se parecen muchísimo"

Fran Medina | 12/04/12
Negreanu: "Tiger Woods y Phil Ivey se parecen muchísimo"
El profesional canadiense de PokerStars nos cuenta sus reflexiones trascendentales en su videoblog semanal.

El jugador canadiense Daniel Negreanu, uno de los buques insignia de PokerStars, destaca, entre otras cosas, por no tener pelos en la lengua y expresarse de forma franca ante la comunidad.

De forma casi semanal, Negreanu repasa la actualidad del mundo del poker entremezclándola con anécdotas de su vida personal, que dicho sea de paso, es bastante interesante, todo aderezado con un punto de vista bastante curioso.

Seguro que los fans de Daniel, que no son pocos, disfrutan mucho de estos acercamientos. En esta ocasión Negreanu trata temas como su viaje a Irlanda, en el que habla de la hospitalidad irlandesa y las iSeriesLive. También comenta su viaje a la Isla de Man a conocer la sede de PokerStars. A partir de ahí se mete en temas muchos más profundos como el escándalo de la Epic Poker League o la personalidad de jugadores como Ivey o Stu Ungar. 

Hemos pasado a texto las citas más interesantes, que empiezan cuando Negreanu saca el tema "Epic Poker League".

Pero por Dios, ¿qué diablos estábais haciendo? ¿Cómo puede pasar algo así? O bien tienes que ser un incompetente supino, o estar engañando a tus inversores o vomitando el dinero a tu alrededor. Todo esto, si tienes a alguien medianamente competente supervisando tu negocio, es imposible. Y yo creo que son un poco de los tres. Y lo peor es que hay un montón de trabajadores que no van a cobrar lo que les toca. Y encima, por encima de todo, lo peor son las ONG. Mucha gente fue a jugar para recaudar fondos para las ONG, hicieron rebuys, etc. Y las ONG no han recibido un dólar. Esto sí que es sucio.

Y todas estas cosas pasan porque cuando pasan cosas como esto, la gente prefiere tirar la mierda debajo de la alfombra pensando que eso es lo mejor para la industria. Y esto no es así. Estas personas alcanzan posiciones de poder que jamás deberían tener. Por citar algunos: Russ Hamilton, Howard Lederer, Ray Bitar, Chris Ferguson, Annie Duke y Jeffrey Pollack.

¿Qué clase de comunidad somos si dejamos que personas como estas sean de alguna forma líderes en nuestra industria? Tenemos que hacer una profunda revisión de las cosas. Expulsar todo lo malo y dar cabida a lo bueno.

No podemos ignorar estas cosas durante más tiempo y hacer como si el poker fuera algo inmaculado en el que no hay ningún tipo de cosas turbias. Simplemente hay que resolver estos problemas y eliminarlos.

[...]

Después de escuchar un audiolibro sobre el entrenador de Tiger Woods, he llegado a la conclusión de que Phil Ivey y él se parecen muchísimo, más allá del hecho de que los dos sean negros y los mejores en lo que hacen.

Parece que Tiger no se siente muy cómodo con la fama y todo lo que le rodea y eso es algo que comparte con Ivey. A Ivey no le gustan los focos, le hacen sentir incómodo. Ambos han luchado más que nadie y han dedicado su vida por completo, Tiger Woods al golf y Phil Ivey al poker.

Todo esto me hizo reflexionar bastante acerca del precio de la fama. Gente como Bobby Fischer acabó perdiendo la cabeza por la fama. En el poker tenemos el ejemplo de Stu Ungar, que básicamente se crió en el mundo del juego. Básicamente no hacía otra cosa en su vida. Ganó las WSOP dos veces y prácticamente todo el mundo pensaba que era el mejor jugador de Hold’em del momento.

Pero todo ese éxito también tuvo un precio.

Stu no era precisamente la persona más agradable. No podía llevar un tipo de vida normal y acabó entregándose a las drogas, y por desgracia muriendo joven. Es una pena, porque me hubiera encantado poder ver cómo alguien como él se hubiera adaptado al poker actual y a los profesionales de hoy en día.

Al hilo de esto, pienso en chavales como Viktor Blom o Daniel Cates “Jungleman”, que obviamente se encuentran en la élite ahora mismo y que han entregado su vida completamente al poker, jugándoselo todo a una carta, y me pregunto qué será de ellos dentro de diez años.

En 2000, después de tres años agotadores de poker, perdí completamente mi pasión por el juego. No quería jugar más. Simplemente no me lo tomaba en serio. Todos queremos ser el mejor en lo que hacemos, pero a veces deberíamos tener cuidado con lo que deseamos y pensar en cuál es el precio del éxito. En algún momento tenemos que encontrar el equilibrio.

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